La forma de interactuar y relacionarnos ha cambiado mucho en cuestión de poco tiempo. Basta con un Smartphone y una conexión a internet para tener todo un despliegue de posibilidades a nuestro alcance, a través de la infinidad de redes sociales y apps que se han convertido en un escaparate de personas.
Hoy en día la seducción y el arte de ligar, además de en la vida real, sucede en el mundo virtual. Nos sacamos la mejor foto, improvisamos una buena biografía en la que no falte que nos gusta viajar, los animales, y a poder ser el fitness, para así demostrar que somos buena gente y que nos cuidamos físicamente.
Puede suceder que las altas expectativas que nos habíamos hecho sobre una persona caigan en picado a la hora de conocerla cara a cara, ver sus movimientos, sus gestos, su manera de hablar; aunque también puede pasar ¿por qué no? y que caigamos en los brazos del amor. Nunca se sabe. ¿Es oro todo lo que reluce?
Lo cierto es que las estadísticas apuntan que este tipo de apps gozan cada vez de más éxito, y cada poco surgen nuevas versiones, aunque sin duda la red social de referencia siga siendo Tinder; con un funcionamiento muy sencillo que consiste en deslizar la derecha si nos gusta alguien o a la izquierda si descartamos a la persona.
Puede que sea un atrevimiento, pero me viene a la cabeza el clásico de García Marquez “El amor en los tiempos del cólera” que podríamos versionar hoy en día como “El amor en los tiempo de Tinder”
¿Qué busca la gente realmente en esta app de citas?
Pues depende; habrá quienes crean poder encontrar al amor de su vida y otros que solo busquen divertirse a través de encuentros fortuitos, donde no importa tanto la calidad como la cantidad. Hay parte de la población que se ha vuelto coleccionista de ligues virtuales, que ya si eso, y tomando como referencia al gran Larra, podemos contestar con un “Vuelva usted mañana”, o en otros casos simplemente hacer el famoso Ghosting y desaparecer y si te he visto no me acuerdo.
Atamos los lazos flojitos, para poder deshacerlos rápido, no vaya a ser que nos encariñemos y luego nos rompan el corazón. El miedo a comprometerse, a mostrarnos como somos o a dar sin saber que puede suceder nos aterroriza, tanto, que muchas veces nos centramos en este tipo de relaciones líquidas para no sufrir. “Lo pasamos bien, ya vamos viendo”
Ahora bien, ¿Quién piensa en los traumas o el daño que hace a la autoestima de algunos este tipo de vínculos?. El mundo actual, el del postureo, el de coleccionar “likes” y “me gusta”, donde tu imagen en la red parece valer más que tu propio ser. Usamos filtros que nos embellecen, nos quitan arrugas y defectos, nos adelgazan. Y digo yo, ¿algún filtro para el alma? Quizás debamos dejar de ser tan superficiales, ególatras y narcisistas y mirarnos más por dentro, que igual, aunque no lo creamos, también necesitemos unos cuantos retoques.
No, no valemos más por tener éxito en las redes sociales, ni por acumular “matchs” en Tinder, ni por ser un influencer de prestigio; dejemos de lado tanta tontería, y empecemos a cultivar un poco la mente.
Con esto no intento demonizar a las ventajas que nos aportan las redes sociales, ni las apps para ligar, que evidentemente, son muchas. Yo soy la primera que las uso, y aunque bajo mi criterio no están mal, tampoco son la panacea. Hay todo un mundo ahí fuera, solo es necesario dejar el Smartphone de lado y volvernos si eso un poco más humanos.